1). 'Nuestra juventud gusta del lujo y es
mal educada, no hace caso a las autoridades y no tiene el menor respeto
por los de mayor edad. Nuestros hijos hoy son unos verdaderos tiranos.
Ellos no se ponen de pie cuando una persona anciana entra. Responden a
sus padres y son simplemente malos'.
2). 'Ya no tengo ninguna esperanza en el
futuro de nuestro país si la juventud de hoy toma mañana el poder,
porque esa juventud es insoportable, desenfrenada, simplemente
horrible.'
3). 'Nuestro mundo llegó a su punto crítico. Los hijos ya no escuchan a sus padres. El fin del mundo no puede estar muy lejos'
4). 'Esta juventud esta malograda hasta el
fondo del corazón. Los jóvenes son malhechores y ociosos. Ellos jamás
serán como la juventud de antes. La juventud de hoy no será capaz de
mantener nuestra cultura'.
Después de estas cuatro citas, quedó muy
satisfecho con la aprobación, que los asistentes a la conferencia, daban
a cada una de las frases dichas.
Entonces reveló el origen de las frases
mencionadas: La primera es de Sócrates (470- 399 a. C.), la segunda es
de Hesíodo (720 a. C.), la tercera es de un sacerdote del año 2000 a.
C., la cuarta estaba escrita en un vaso de arcilla descubierto en las
ruinas de Babilonia (Actual Bagdad) y con más de 4000 años de
existencia.
Con esto quiero partir de la idea de que
desde siempre, las sociedades en el mundo han tenido conflictos
generacionales y han considerado que su población juvenil es nefasta y
problemática así como también se ha pensado que el mundo tiene poca o
ninguna esperanza de mejorar cuando las riendas de la sociedad queden en
manos de semejantes locos, irrespetuosos, salvajes sin valores.
Hoy, estamos muy angustiados y preocupados
por los jóvenes mexicanos. Por los “ninis” y por los delincuentes
juveniles que asaltan a mano armada y matan a sangre fría, por los
niños-sicarios, las teiboleritas y niñas prostitutas, los drogadictos y
los narquitos en fin, por todas esas diversas expresiones de la
desorientación y descomposición social de los chicos y chicas de este
país, que en número alarmante han caído en la deserción escolar, en la
mal vivencia, en las adicciones, en la delincuencia, en el homicidio,
etc.
Hoy se habla una vez más, de reducir la
edad penal o de endurecer las medidas correctivas para los jóvenes
delincuentes bajo la premisa de que “si cometen crímenes de adultos, que
se les castigue como adultos”. Otros opinan que los padres de estos
menores deben ser sancionados también y recibir el castigo
correspondiente por ser responsables del menor en cuestión, algo así
como lo que sucede cuando un perro causa un destrozo y es el dueño del
perro el que debe asumir la responsabilidad civil y pagar por los daños
que su mascota ocasionó.
Es cierto que lo que ahora vemos nos
horroriza, y se escuchan voces expertas que señalan con vigorosa certeza
aquello que anda mal. En fin, todos tenemos ideas, propuestas, pero
realmente no parece que las acciones estén siendo suficientes o que
estén dando resultados. Sabemos que una sociedad, mientras más corrupta
y más compleja, peores expresiones de conducta juvenil tendrá, porque
en el esquema social se ha perdido la autoridad moral. Pero en lo que
realmente hemos fallado hoy y siempre es en amar. Si hacemos memoria (y
todos fuimos jóvenes alguna vez) recordaremos que en la juventud,
necesitamos ser aceptados, reconocidos, queridos, necesitamos sentir
pertenencia, respeto, necesitamos encontrar “nuestro lugar” en el mundo.
Si bien es cierto que la mera rebeldía de
antaño dista mucho de asemejarse a los niveles de maldad que ahora
vemos, el hecho de reducir la edad penal o de endurecer las sanciones
para los menores es tanto como castigar a un niño por andar descalzo
cuando nunca le hemos dado un par de zapatos.
La solución no solo debe ser correctiva o
punitiva, sino que debe empezar por ser efectivamente formativa y
preventiva. La problemática juvenil es el resultado de una sola causa,
nuestra deficiente capacidad de amar.
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