Las Navidades se esperaban con mucha ilusión en la Escuela infantil 1, 2 y 3. Como cada año, las profesoras y la directora se dedicaban a llenar del espíritu navideño cada rincón del colegio con mucha alegría y motivación.
Reyes, ponía los villancicos muy altos, y tocaba con las panderetas y otros instrumentos con los niños, cantando al compás de los villancicos más populares.
Eva, decoraba con la ayuda de los niños, todas las paredes de la clase con adornos navideños hechos con algodón, pinturas, purpurina y lazos de colores. ¡Ah, y con la creatividad de los niños!
Tamara y los amigos de su clase, colocaban los muñecos y las bolas manuales que entre todos habían fabricado, en el enorme árbol de Navidad que siempre se colocaba en la puerta del cole, para que todos los niños, papás, y habitantes del pueblo que pasaran, se contagiaran de la alegría y el espíritu navideño que se respiraba en la Escuela.
Sandra, disfrazaba a sus pequeños, con varios disfraces navideños, llenando la clase de pequeños pastorcillos, muñecos de nieve, bolas de navidad, papás Noel, y otros disfraces divertidos, convirtiendo el aula en una mezcla de luminosos colores.
Gema y Laura, colgaban con ilusión las luces que se iban a encender para que todos los niños quedaran con la boca abierta al ver los múltiples colores que se encendían y apagaban al compás de la música. La impaciencia se apoderaba de ellas, al imaginar la carita de los peques al ver el espectáculo.
Encarna, preparaba con esmero los pastelitos y galletitas de Navidad, con los que íbamos a obsequiar a los niños en nuestra fiesta de Navidad particular (aunque las seños, como buenas golosas que son, también pensaban picar de la llamativa bandeja, con esos polvorones envueltos de celofán de distintos colores).
Macrina, la psicóloga del cole, ayudaba a los niños a escribir su carta de reyes, para que los juguetes que pidieran fueran los justos, sanos, y les ayudaran a crecer, desarrollarse y aprender de un modo divertido, acorde a su edad, y sin hacerse daño.
¡Todo estaba ya dispuesto y preparado para la tradicional Fiesta de Navidad de la Escuela Infantil 1, 2 y 3! ¡qué nervios, qué emoción!
Todos los niños y seños, se fueron a su casa a descansar y reponer fuerzas para el día siguiente, pues, habían trabajado mucho, para que todo estuviera perfecto, como cada año, y todos los niños pudieran divertirse de lo lindo, llenando el ambiente de risas y júbilo.
Al día siguiente, muy ilusionadas, las seños se dispusieron a abrir el cole, y terminar de preparar los últimos detalles de la fiesta. Pero… ¡horror! ¿Qué había ocurrido? ¿Qué terrible encantamiento se había apoderado de la escuela? ¡Los pastelitos habían desaparecido, las luces, estaban arrancadas, la caja de los disfraces no estaba, y la música y los instrumentos, no se encontraban por ningún lado! Además, el árbol de Navidad se había ido, y los adornos de las paredes estaban prácticamente destrozados.
– ¡Hemos de encontrar al culpable de esta catástrofe!, protestaba Reyes.
– ¿Cómo tendremos tiempo de poder solucionar esto?, se preguntaba Eva.
– Los niños se van a poner muy tristes, reflexionó Tamara.
– Vaya, no dará tiempo para cocer más pasteles, se apuró Encarna.
– Los niños, no se quedarán sin fiesta de Navidad, dijeron con firmeza Laura y Gema.
Chicas, con mucho orden y trabajo en equipo, podemos organizar una modesta pero muy divertida fiesta para los niños, sugirió Macrina.
– ¡Sí!, ¡al fin y al cabo lo importante es enseñar a los niños el verdadero espíritu de la Navidad! ¡Manos a la obra!, dijeron todas más animadas.
Todas se dispusieron a recoger los desperfectos rápidamente, cuando, en la clase de Reyes, se escuchó un extraño sonido en uno de los rincones. Al asomarse, descubrieron con asombro escondido al Lobo lobito.
– ¿Cómo has podido salir de nuestros cuentos? ¿has sido tú el que has hecho todo esto?, le preguntaron todas acorralándolo más contra la pared.
El lobo lobito, asustado por ver las furiosas caras de las seños, confesó: ¡sí, he sido yo!, pero no lo he hecho sólo, me han ayudado el Gigante y el Dragón.
– ¡Salid de donde estéis escondidos!, gritaron todas: ¡os hemos pillado!
El gigante y el dragón salieron cabizbajos, y, el gigante, muy colorado por la vergüenza, habló:
– Sabemos que somos los malos de los cuentos, pero sólo es nuestro papel. Nunca contáis con nosotros para celebrar la fiesta de Navidad, y, a nosotros también nos gustan las luces, los dulces, los adornos, los cuentos de Navidad, los disfraces, los villancicos, y montar el belén con los niños.
El dragón siguió hablando, muy arrepentido:
– La envidia nos ha cegado, y lo hemos destrozado todo. Lo sentimos mucho. ¿Qué podemos hacer para ayudar?
Las seños, se reunieron en corro para decidir si perdonaban al Lobo lobito, al Gigante y al Dragón, y cómo les podían ayudar a montar la fiesta. Tras una breve reflexión, Laura y Gema, les contestaron:
– No está nada bien lo que habéis hecho, Lobo lobito, Gigante y Dragón.
– Pero al fin y al cabo estamos en Navidad.
– Así que os ofrecemos nuestra amistad,
– Y con buen corazón, os tendremos compasión.
El lobo, lobito, el Gigante y el Dragón, se pusieron muy contentos y se pusieron a saltar de alegría.
– ¡Con cuidado!, advirtieron las chicas: ¡sois muy grandes y robustos, y podéis dañar algo más!
Rápidamente, todos se pusieron manos a la obra. Lo primero que hicieron, fue sacar del escondite los instrumentos y los villancicos, y los pusieron de fondo para animar el trabajo.
Al compás de “Campana sobre campana”, el dragón cocía con el fuego de su nariz los pasteles a una velocidad sorprendente, mientras el gigante, sin necesidad de escalera, colgaba de nuevo las luces.
Mientras canturreaba “Pero mira como beben”, el lobo, con sus afiladas uñas, cosía de nuevo los disfraces, de una forma muy ágil, y, a la vez, las chicas arreglaban los desperfectos de los adornos: un lazo por aquí, un botón por allá, un poquito de pintura… y ¡listo!, ¡como nuevos!.
A la hora de la llegada de los niños, todo estuvo dispuesto para la maravillosa fiesta que les esperaba. Las seños, les presentaron a sus nuevos amigos: el Lobo lobito, el Gigante y el Dragón, y todos bailaron, cantaron y comieron juntos.
Cuenta la leyenda, que se comentaba por el pueblo, que nunca se habían probado pasteles más sabrosos y horneados, disfraces más bien cosidos, luces más altas y adornos más originales que aquel año en la Escuela Infantil 1, 2 y 3.
Después de tantas aventuras, llegó la recompensa y ¡había valido la pena!
Por todos lados se cantaba el nuevo villancico que comenzó a sonar en la Escuela:
“Al lobo, lobito, al Gigante y al Dragón,
como les gusta la Navidad,
les damos nuestro corazón.
Al lobo, lobito, al Gigante y al Dragón,
Cuando viene Nochebuena,
Los esperamos con emoción”.
FIN
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